El límite de un homenaje – Segundo programa de la Euskadiko Orkestra 

La Euskadiko Orkestra presenta un programa con una combinación atrevida y alejada de las convenciones orquestales. El pasado 13 de noviembre en el Kursaal tuvo lugar el cuarto concierto de la gira del segundo programa de la temporada. 

A las 19:30h la directora vienesa Katharina Müllner marcaba la anacrusa en el Kursaal. Lo hacía por tercera vez esa misma semana, ya que el programa se estrenó el lunes en Donostia y recorrió las ciudades de Vitoria y Pamplona. La elección del repertorio marcaba una diferencia respecto a las programaciones comunes, permitiendo a los oyentes un concierto con una combinación difícil de encontrar.

Cuando hablamos de Clasicismo resulta sencillo apuntar el nombre de Joseph Haydn como un pilar fundamental en la producción compositiva. Sin embargo, tampoco es tan usual su interpretación en las programaciones anuales. La Sinfonía n.º 83 daba inicio al concierto de la Euskadiko Orkestra. Una sinfonía donde la orquesta se reduce a los estándares de la época y la cuerda predomina con una sonoridad clara y nítida. Aunque la evolución histórica ha sufrido muchos cambios a lo largo de los siglos, en Haydn se puede identificar una dificultad que todavía persiste en las agrupaciones actuales. 

El ritmo y la afinación exigen una exactitud que no puede ser camuflada por el propio estilo. Aunque la Euskadiko Orkestra realizó una interpretación muy acertada, dejó entrever algunos pasajes donde las resoluciones presentan cierta dificultad de cohesión. De este mismo modo, la música de Haydn permite el diseño de frases que deben ser moldeadas por el director, en este caso directora. Katharina Müllner realizó un diseño expresivo ejemplar durante toda la sinfonía. La ejecución de la obra por parte de la directora vienesa evidenció un conocimiento profundo de la partitura, donde dentro de una sonoridad reducida estableció fraseos lógicos y coherentes. 

Katharina Müllner dirigiendo la Euskadiko Orkestra. Foto: Juantxo Egaña.

La segunda de las obras que se interpretaba en este programa no presentaba ni una década de antigüedad, ya que el compositor Fazil Say escribió Never Give Up en 2017. La solista Camille Thomas presentó de forma emotiva la composición antes de su interpretación. Una pieza personal en lo interpretativo y lo emotivo. Never Give Up está escrita para la violonchelista francesa, que recordaba los atentados sufridos en la Sala Bataclan hace 10 años y sobre los que la pieza se inspira.

La ejecución de Camille Thomas fue destacable, con un sonido que persiste con energía durante los tres movimientos. Mostró una arcada sólida, con una expresividad destacable. Este hecho volvió a evidenciarse con la pieza escogida para el bis: El cant dels ocells, que ejecutó de forma conmovedora. 

La pieza presenta una particularidad que debe comentarse. Es una pieza que conmemora los atentados sufridos entre 2015 y 2017. Siempre que se trata de homenajear a las víctimas, la forma en la que se ejecuta puede ser un problema. La propuesta del compositor turco no parece que esté enfocada a causar dolor a las víctimas o aprovechar la ocasión para desplegar una nueva oportunidad para la interpretación de una pieza. Sin embargo, no parece la forma más ética emular la sonoridad de un kalashnikov en la percusión. Recrear el sonido de las ametralladoras que emplearon los terroristas. ¿Dónde está el límite del homenaje? Una reflexión que queda en el aire para cada oyente, en la que cada uno puede ubicar sus propios límites. También es la virtud del arte compositivo, donde pueden existir distintas formas de expresar y diseñar un concepto o una situación histórica. 

Camille Thomas junto a Katharina Müllner. Foto: Juantxo Egaña.

La última pieza del programa pertenecía al compositor Franz Schmidt, concretamente su Sinfonía n.º 4. Una composición donde es inevitable que recuerde a los planteamientos propuestos por Gustav Mahler. En cambio, esta sinfonía de Schmidt destaca por un aspecto: la densidad. La escritura orquestal es sólida y concatena melodías infinitas con una orquestación compacta. Aunque en el plano armónico pueda estar más cercana a la armonía de Bruckner que a Schoenberg. Destaca la utilización de pasajes solistas de una gran duración, donde los distintos intérpretes de la agrupación lograron cautivar al público donostiarra para recibir una merecida ovación después de casi 45 minutos sin interrupción. 

La Euskadiko Orkestra realizó un programa que plantea cuestiones al oyente. Hace reflexionar sobre temas que están implícitos en nuestras vivencias más cercanas, y este hecho es un añadido al propio valor musical. Plantear obras distantes a los grandes clásicos puede ser una oportunidad para escuchar sonoridades desconocidas y estimulantes para el público. 

La Euskadiko Orkestra interpretando el segundo programa de la temporada. Foto: Juantxo Egaña.

Reseña de Álvaro Pérez Sánchez

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