Vicente R. Sanchis Caparrós, profesor del Conservatori Superior de Música “Joaquín Rodrigo” de València, escribe en MIKROKOSMOS esta retrospectiva sobre la huella de Shakespeare en la actualidad.
William Shakespeare vivió hace más de 400 años. Este año de 2023 se celebran 400 años de la publicación del que probablemente sea el libro más importante de la historia de la literatura: el First Folio, donde se recopilaron las obras completas de William Shakespeare por primera vez. Sin embargo, hoy, 400 años después, seguimos admirando su obra en todo tipo de expresiones artísticas. Hasta cierto punto, no es de extrañar ver la influencia de un autor u otro en generaciones futuras. Es lo que llamamos la influencia de los clásicos. Lo vemos en autores como Homero, Ovidio, Dante y un largo etcétera del canon occidental.
Pero con lo que pocos pueden contar es con la increíble influencia de William Shakespeare sobre la lengua inglesa y en la manera en que la gente corriente de hoy en día, más de 400 años después de su muerte, se comunica. Citar a Shakespeare es algo tan común en la lengua cotidiana que ni siquiera somos conscientes de que lo estamos haciendo. Cuando hablamos, por ejemplo, del green-eyed monster para hacer referencia a los celos, estamos citando a Shakespeare. O cuando decimos que algo ocurrió all of a sudden, estamos citando a Shakespeare. Efectivamente, el Bardo acuñó más de 4000 frases hechas, palabras y expresiones que llegaron a calar en la lengua común y que hoy en día son totalmente habituales. Y esa es una de las grandezas del Bardo. Pero no la única.
Otra cualidad de la poesía de Shakespeare, porque Shakespeare era un poeta aunque escribiera teatro en su mayoría, es la métrica. Cuando hablamos de las medidas del perfecto soneto inglés, hablamos de las medidas de un soneto de Shakespeare. Lo inventó él. Y cuando hablamos del ritmo de un verso perfecto en inglés, hablamos del pentámetro yámbico. También lo inventó él. Y si pensamos que esa es la manera más natural de articular una frase cualquiera en inglés y que una persona inglesa habla mayormente y sin ser consciente de ello usando yambos, podríamos aventurarnos a decir que Shakespeare enseñó a hablar al pueblo inglés.
Y, por supuesto, Shakespeare es una fuente inagotable de sentimientos. Hablar de un sentimiento humano es hablar de un ejemplo en un personaje de Shakespeare. La ambición. Está en Macbeth. Los celos. Están en Othello. La venganza. Está en Hamlet. El amor. Está en Romeo and Juliet. La búsqueda desmedida del poder. Está en Richard III. Y así un largo etcétera. No es casualidad que los grandes nombres de la psicología moderna citaran a Shakespeare en sus trabajos al hablar de complejos, problemas o simplemente actitudes ante la vida. Todo eso ya lo había escrito Shakespeare hace más de 400 años.
Pero por si esto no fuera suficiente, Shakespeare es también fuente de infinidad de estudios actuales sobre problemas actuales. Temas tan de hoy en día como la guerra, la homosexualidad, la identidad de género o el racismo ya estaban en sus obras. En efecto, vemos cómo cada mes aparecen estudios nuevos sobre uno de estos temas, siempre tomando como referencia alguna o varias de sus obras: Shakespeare and War, Shakespeare and Racism, Shakespeare and the Gay World, etcétera, etcétera, etcétera.
Y, claro, hay un tema que nos interesa mucho: Shakespeare and Music.
No es casualidad que los grandes compositores de la historia hayan ido a beber de la fuente del Bardo inglés. Como habréis podido escuchar en el fantástico podcast de MIKROKOSMOS, autores como Gounod, Tchaikovski, Mendelssohn o Prokofiev se inspiraron en él. El caso de Verdi fue especial, ya que el italiano tenía una especial devoción por la obra del inglés y fue en varias ocasiones a sus textos. Hasta tal punto que murió sin poder acabar la ópera Hamlet, que seguro tenía en su mente. O el caso de Britten, paisano de Shakespeare y que con tal delicadeza abordó temas de gran sensibilidad.
La obra de Shakespeare influyó a tantas y tantos artistas que podemos decir que esto es sólo el principio. Por esto leemos a los clásicos, porque siguen hablando de nuestros problemas de hoy en día y nos hacen admirarnos ante su obra. Porque la obra de Shakespeare funciona igual de bien en la fair Verona que en el West Side de Manhattan. Porque mientras sigamos existiendo, sintiendo, amando u odiando, necesitaremos la obra de Shakespeare para que nos explique nuestros propios actos. Por incomprensibles que sean en muchas ocasiones. Así que pasen 400 años.
Una columna de Vicente R. Sanchis Caparrós.
